viernes, 16 de octubre de 2015
Yo estudiaba los ríos (por Benjamín Prado)
Palabras como la nieve que se oculta a sí misma.
Los bosques destilaban pájaros tropicales,
el Amazonas era la sombra de los tigres,
el Sena
comenzaba en las campanas
y en el Hudson morían las palomas.
Yo estudiaba los ríos.
Mi padre,
envuelto en humo,
hablaba de esperanzas y de escombros,
de la lluvia inocente sobre el hombre culpable,
del puñal enterrado en la arena de los números,
del sol vacío que entra en la casa del muerto.
La luz del televisor se extendía por la habitación.
En el Ebro flotaban duros montes de estaño.
En el Guadalquivir hubo torres de oro.
En el Nilo brillaban las pirámides.
Nuestros cuerpos teñían de rojo la luna.
Los bosques destilaban pájaros tropicales,
el Amazonas era la sombra de los tigres,
el Sena
comenzaba en las campanas
y en el Hudson morían las palomas.
Yo estudiaba los ríos.
Mi padre,
envuelto en humo,
hablaba de esperanzas y de escombros,
de la lluvia inocente sobre el hombre culpable,
del puñal enterrado en la arena de los números,
del sol vacío que entra en la casa del muerto.
La luz del televisor se extendía por la habitación.
En el Ebro flotaban duros montes de estaño.
En el Guadalquivir hubo torres de oro.
En el Nilo brillaban las pirámides.
Nuestros cuerpos teñían de rojo la luna.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Los ríos (nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, etc) llenos de curvas (meandros) bajan ya rojos de sangre propia y ajena. A estas bajuras tiñen el mar, la luna y lo que pillen.
Dios me ha dado el don de imaginar, el talento de escribir y un látigo para estimularlos.
(CAPOTE)
Vete a saber
quién serías si no
fueras quien eres.
(RAFAEL BALDAYA)
y he visto recibir el mismo premio
al sabio y al rufián, cómo prospera el necio
y se encumbra el indigno, es afrentado el justo
y muere en el desprecio el inocente.
(GUILLERMO CARNERO)
Yo barbeché para avena
y después sembré melones
y nacieron calabazas
y cogí melocotones.
Bendecimos al sol porque nos separa de él la distancia precisa que nos lo hace útil. Unos pocos millones de kilómegros más cerca o más lejos, y nos asaríamos o helaríamos. ¿Y si con la verdad pasara como con el sol?.
(SÖDERBERG)
Publicar un comentario